lunes, 30 de noviembre de 2015

LA PUERTA SANTA



CATEQUESIS No. 2
 

LA PUERTA SANTA
JUBILEO DE LA MISERICORDIA

LA SEÑAL DE LA CRUZ
GLORIA AL PADRE…
CANTO: (CANTO SUGERIDO: EL SEÑOR ES MI PASTOR)

LA ALEGRIA DE ENCONTRARNOS

Durante el jubileo de la misericordia,  podremos sentirnos  peregrinos que entramos por la puerta del perdón.La Puerta Santa evoca el paso de cada cristiano del pecado a la gracia. La puerta es un elemento tan familiar y tan indispensable en toda construcción que de otra manera no tendría razón de ser en ninguna casa o edificio. Posee varios significados: es entrada, es enlace entre el interior y el exterior, es paso de un lugar a otro, es seguridad y resguardo, es ornato para la fachada, es espacio de saludo y bienvenida. En los últimos años el significado que más se expresa en las grandes ciudades y poblaciones es el de la inseguridad y del temor. Ahora las casas, sobre todo, las grandes casas, ya sea en las que se vive o en las que se tienen negocios, presentan puertas enormemente blindadas para no facilitar la entrada a los ladrones y a las personas de mal corazón. Es signo de una sociedad temerosa y desconfiada, que protege la vida propia y la de los suyos. Es signo de una sociedad oprimida por la maldad y por la perversidad. Es signo de muerte. Sin embargo, aún en medio de esta realidad social, también encontramos que se le sigue dando el lugar propio.


Abrir una puerta es dar oportunidad de favorecer el encuentro y la amistad, el diálogo y la comunicación diaria; muchas veces, es junto a la puerta donde el saludo a los amigos se prolonga, lleno de calor humano y de intensidad de afecto.  El signo de la puerta santa, es un signo característico de los años santos celebrados en la Iglesia. No se tomó en cuenta desde el primer año jubilar, celebrado en el año 1300, bajo el pontificado de Bonifacio VIII; fue introducido posteriormente. El signo de la Puerta Santa, se tuvo por primera vez en la Basílica del Santísimo Salvador de Letrán de Roma, durante el Jubileo celebrado en el año de 1423. Es un signo que invita a tomar conciencia del paso que cada cristiano está llamado a dar, del pecado a la gracia. Un paso que dice cambio de corazón, cambio de comprensión del mundo y del hombre, cambio de actitudes y de comportamientos en la vida diaria, cambio de mentalidad y de visión anticristiana, antievangélica.

Jesús dijo: «Yo soy la puerta» (Jn 10,7, para indicar que nadie puede tener acceso al Padre si no a través suyo. Esto significa que sólo Él es el Salvador enviado por el Padre. Entrar al mundo de Dios desde el mundo de nosotros, humanos distantes de Dios, exige hacerlo a través de Cristo, única entrada posible. Y si estamos acostumbrados a tener siempre encargados, oficialmente constituidos para un trabajo importante determinado, entendemos muy bien que Cristo es la «puerta oficial única» señalada por el Padre celestial. De tal manera, que sólo por Cristo se podrá llegar al encuentro con el Padre y vivir la experiencia de cercanía y de comunión con El.

Cruzar la Puerta Santa, ha de significar para nosotros los cristianos, el renovar nuestra decisión de vivir en Dios, de agrandar nuestra vida en las gracias redentoras de Jesús, de fortalecer cada vez más los lazos del amor a Dios y al prójimo. Por otra parte, la Puerta Santa nos ha de recordar la responsabilidad que hemos de tener cada uno de nosotros para motivar a los demás a entrar más decididamente a la casa del Padre, a su familia santa. Que Cristo nos introduzca más profundamente en la Iglesia. Que entremos alegres y triunfantes a tan dignísimo edificio espiritual para ofrecer sacrificios espirituales agradables al Padre.

HABLEMOS CON DIOS
 
Jesús, pastor y sustento de tus fieles, guía seguro y sendero de vida, tú que conoces a todos por su nombre y nos llamas todos los días uno a uno y nos invitas a entrar por ti, puerta de salvación, haznos capaces de reconocer tu voz, de sentir el calor de tu presencia que nos envuelve, incluso cuando el camino sea estrecho, impracticable, y la noche, profunda e interminable. Siguiéndote sin resistencias y sin miedos, llegaremos a los prados que verdean, a las fuentes frescas de tu morada, donde nos harás beber y reposar. Amén.
CANTO DEL ALELUYA

ESCUCHEMOS LA PALABRA

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN
(10, 1-10)
En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. PALABRA DEL SEÑOR


REFLEXIONEMOS LA PALABRA
  
“Yo soy la puerta de las ovejas” (Jn 10, 7). Con estas palabras Jesús nos indica uno de sus servicios de Buen Pastor. Se presenta como puerta para sus ovejas. Esta comparación nos lleva a descubrir la grandeza de su persona y, a quienes tenemos la responsabilidad de conducir a otras personas, nos ayuda cuestionarnos si estamos viviendo bien nuestro servicio. Con este ejemplo, que implica la donación total por el bien de los suyos, Jesús se muestra como pastor.
¿Por qué dice que es puerta? Es bien interesante la imagen. Un pastor frecuentemente tenía que pasar la noche en el campo. Ahí improvisaba, con piedras, palos y ramas, un corral para sus ovejas. Él se quedaba como puerta, sentado o recostado, con el bastón por un lado. Así pasaba la noche. De esta manera, cuidando que no se salieran las ovejas o que fuera a llegar el lobo a atacarlas, hacía la función de puerta. Cuando se quitaba, todas podían salir o entrar al corral. De este modo, teniendo al pastor como puerta, cada oveja “podrá entrar y salir y encontrará pastos”. O sea que tienen la vida garantizada, por lo menos en lo que corresponde al pastor. En el caso de Jesús, hay una ventaja, pues Él dice: “quien entre por mí se salvará”. Como bautizados, como discípulos de Jesús, Él se convierte en nuestro camino, en el acceso a la comunidad y al Padre. Por eso, para actuar, tenemos que caminar por donde Él camina.
Jesús caminó por el anuncio de la Buena Nueva, el servicio, la ayuda, el perdón, la misericordia, la entrega de la vida. De esta manera cumplió el objetivo de su envío al mundo de parte del Padre: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Ese camino, que podemos identificar como vida digna, amor, justicia, paz, también nosotros lo tenemos que recorrer junto con Jesús, y como Él, para salvarnos. Eso significa entrar por Él, nuestra puerta. Según la comparación de Jesús, el pastor está obligado a entrar por la puerta. Esto lo tenemos que tener en cuenta quienes hemos sido llamados a conducir a otras personas: en la familia, la escuela, la comunidad, la sociedad. De este modo, siendo pastores, también hay que entrar por la puerta –Jesús– para que las ovejas no huyan. Huyen del ladrón porque a él no lo conocen. Es más, Jesús aclara que el ladrón “sólo viene a robar, a matar y a destruir”
Nos dice  el evangelio de san Juan. “Yo soy la puerta” (Jn 10,17). Las puertas de nuestros templos, son siempre símbolos  de Cristo,  Cristo  es la puerta para ir al Padre; es la puerta para alcanzar  la salvación, es la puerta de la vida.  Por Cristo, por los sacramentos, entramos  a formar parte de la Iglesia. Cada vez que entramos en un templo,  su puerta en ocasiones adornada, nos recuerda a Cristo. Él es, como dice San Juan Pablo II, la puerta viva.  Las puertas en los templos sirven de entrada y  también de separación de dos realidades: la interna o espiritual y la  externa o profana, o mundo.  En  el  Jubileo de la Misericordia, nuestro obispo,  concede el don de la puerta santa a: Iglesia Catedral “El Niño Dios” Cuilapa,  Parroquia “Cristo Rey” Nueva Santa Rosa y la Parroquia San Miguel Arcángel, Taxisco.   Estos serán los templos que en nuestra diócesis  deben ser considerados como lugares santos, durante ese año de la misericordia. La puerta de estos lugares, no es que sea mágica y que al pasar por ella se te perdonen automáticamente los pecados. Pasar por la puerta santa significa confesar públicamente que reconoces a Cristo como Salvador; que estás dispuesto a dejar atrás el pecado y entrar a una nueva vida de gracia (sin pecado).

CELEBREMOS NUESTRA FE
 
 Delante de nosotros se encuentra la gran puerta de la Misericordia de Dios, que acoge nuestro arrepentimiento ofreciendo la gracia de su perdón. La puerta es generosamente abierta, pero nosotros debemos valerosamente cruzar el umbral. Del Sínodo de los Obispos, que hemos celebrado el pasado mes de octubre, todas las familias, y la Iglesia entera, han recibido un gran aliento para encontrarse bajo el umbral de esta puerta. La Iglesia ha sido animada a abrir sus puertas, para salir con el Señor al encuentro de sus hijos y de sus hijas en camino, a veces inciertos, a veces perdidos, en estos tiempos difíciles. Las familias cristianas, en particular, han sido animadas a abrir la puerta al Señor que espera para entrar, trayendo su bendición y su amistad.

El Señor no fuerza jamás la puerta: Él también pide permiso para entrar, como dice el Libro del Apocalipsis: «Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (3,20). Y en la última gran visión de este Libro, así se profetiza de la Ciudad de Dios: «Sus puertas no se cerrarán durante el día», lo que significa para siempre, porque «no existirá la noche en ella» (21,25). Existen lugares en el mundo en los cuales no se cierran las puertas con llave. Pero existen tantos otros donde las puertas blindadas se han convertido en normales. Esto no nos sorprende; pero, pensándolo bien, ¡es un signo negativo! No debemos rendirnos a la idea de tener que aplicar este sistema en toda nuestra vida, en la vida de la familia, de la ciudad, de la sociedad. Y mucho menos en la vida de la Iglesia. ¡Sería terrible! Una Iglesia inhóspita, así como una familia cerrada en sí misma, mortifica el Evangelio y marchita el mundo.

La gestión simbólica de las “puertas” – de los umbrales, de los caminos, de las fronteras – se ha hecho crucial. La puerta debe proteger, cierto, pero rechazar. La puerta no debe ser forzada, al contrario, se pide permiso, porque la hospitalidad resplandece en la libertad de la acogida, y se oscurece en la prepotencia de la invasión. La puerta se abre frecuentemente, para ver si afuera esta alguno que espera, y tal vez no tiene la valentía, o ni siquiera la fuerza de tocar. La puerta dice muchas cosas de la casa, y también de la Iglesia. La gestión de la puerta necesita un atento discernimiento y, al mismo tiempo, debe inspirar gran confianza. Quisiera expresar una palabra de agradecimiento para todos los vigilantes de las puertas: de nuestros condominios, de las instituciones cívicas, de las mismas iglesias. Muchas veces la sagacidad y la gentileza de la recepción son capaces de ofrecer una imagen de humanidad y de acogida de la entera casa, ya desde el ingreso. ¡Hay que aprender de estos hombres y mujeres, que son los guardines de los lugares de encuentro y de acogida de ciudad del hombre! En verdad, sabemos bien que nosotros mismos somos los custodios y los siervos de la Puerta de Dios, que es Jesús. Él nos ilumina en todas las puertas de la vida, incluso aquella de nuestro nacimiento y de nuestra muerte. Él mismo ha afirmado: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,9). Jesús es la puerta que nos hace entrar y salir. ¡Porque el rebaño de Dios es un amparo, no una prisión! Son los ladrones, aquellos que tratan de evitar la puerta, porque tienen malas intenciones, y se meten en el rebaño para engañar a las ovejas y aprovecharse de ellas. Nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz de Jesús: si sentimos su tono de voz, estamos seguros, somos salvados. Podemos entrar sin temor y salir sin peligro. En este hermoso discurso de Jesús, se habla también del guardián, que tiene la tarea de abrir al buen Pastor (Cfr. Jn 10,2). Si el guardián escucha la voz del Pastor, entonces abre, y hace entrar a todas las ovejas que el Pastor trae, todas, incluso aquellas perdidas en el bosque, que el buen Pastor ha ido a buscarlas. Las ovejas no las elige el guardián, sino el buen Pastor. El guardián – también él – obedece a la voz del Pastor. Entonces, podemos bien decir que nosotros debemos ser como este guardián. La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no la dueña. La Sagrada Familia de Nazaret sabe bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien espera un hijo, para quien no tiene amparo, para quien huye del peligro. Las familias cristianas hagan del umbral de sus casas un pequeño gran signo de la Puerta de la misericordia y de la acogida de Dios. Es así que la Iglesia deberá ser reconocida, en cada rincón de la tierra: como la custodia de un Dios que toca, como la acogida de un Dios que no te cierra la puerta, con la excusa que no eres de casa”[1]

COMPARTIMOS

 
¿Qué piensas de las siguientes palabras del Papa? “En la fiesta de la Inmaculada Concepción tendré la alegría de abrir la Puerta Santa. En esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza. El domingo siguiente, III de Adviento, se abrirá la Puerta Santa en la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán. Sucesivamente se abrirá la Puerta Santa en las otras Basílicas Papales. Para el mismo domingo establezco que en cada Iglesia particular, en la Catedral que es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en la Concatedral o en una iglesia de significado especial se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. A juicio del Ordinario, ella podrá ser abierta también en los Santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos con frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino de la conversión. Cada Iglesia particular, entonces, estará directamente comprometida a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. El Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma así como en las Iglesias particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia” ¿En qué templos de la diócesis se podrá ingresar por la puerta Santa? 

CANTO: (CANTO SUGERIDO: TU ERES PEDRO)
PADRE NUESTRO… AVE MARIA… GLORIA…
ORACION DEL JUBILEO DE LA MISERICORDIA
ABRAZO DE PAZ
SEÑAL DE LA CRUZ
CANTO MARIANO


[1] Catequesis del Papa Francisco sobre el sentido de la puerta santa, 18 de octubre 2015.

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