CATEQUESIS No. 2
LA PUERTA SANTA
JUBILEO DE LA MISERICORDIA
LA SEÑAL DE LA
CRUZ
GLORIA AL PADRE…
CANTO: (CANTO SUGERIDO: EL SEÑOR ES MI PASTOR)
LA ALEGRIA DE
ENCONTRARNOS
Durante el
jubileo de la misericordia, podremos sentirnos peregrinos que entramos por la puerta del
perdón.La Puerta Santa evoca el paso de cada cristiano del pecado a la gracia. La puerta
es un elemento tan familiar y tan indispensable en toda construcción que de
otra manera no tendría razón de ser en ninguna casa o edificio. Posee varios
significados: es entrada, es enlace entre el interior y el exterior, es paso de
un lugar a otro, es seguridad y resguardo, es ornato para la fachada, es
espacio de saludo y bienvenida. En los últimos años el significado que más se expresa
en las grandes ciudades y poblaciones es el de la inseguridad y del temor.
Ahora las casas, sobre todo, las grandes casas, ya sea en las que se vive o en
las que se tienen negocios, presentan puertas enormemente blindadas para no
facilitar la entrada a los ladrones y a las personas de mal corazón. Es signo de
una sociedad temerosa y desconfiada, que protege la vida propia y la de los
suyos. Es signo de una sociedad oprimida por la maldad y por la perversidad. Es
signo de muerte. Sin embargo, aún en medio de esta realidad social, también encontramos
que se le sigue dando el lugar propio.
Abrir una
puerta es dar oportunidad de favorecer el encuentro y la amistad, el diálogo y la
comunicación diaria; muchas veces, es junto a la puerta donde el saludo a los
amigos se prolonga, lleno de calor humano y de intensidad de afecto. El signo de la puerta santa, es un signo
característico de los años santos celebrados en la Iglesia. No se tomó en cuenta
desde el primer año jubilar, celebrado en el año 1300, bajo el pontificado de Bonifacio
VIII; fue introducido posteriormente. El signo de la Puerta Santa, se tuvo por
primera vez en la Basílica del Santísimo Salvador de Letrán de Roma, durante el
Jubileo celebrado en el año de 1423. Es un signo que invita a tomar conciencia
del paso que cada cristiano está llamado a dar, del pecado a la gracia. Un paso
que dice cambio de corazón, cambio de comprensión del mundo y del hombre,
cambio de actitudes y de comportamientos en la vida diaria, cambio de mentalidad
y de visión anticristiana, antievangélica.
Jesús dijo:
«Yo soy la puerta» (Jn 10,7, para indicar que nadie puede tener acceso al Padre
si no a través suyo. Esto significa que sólo Él es el Salvador enviado por el
Padre. Entrar al mundo de Dios desde el mundo de nosotros, humanos distantes de
Dios, exige hacerlo a través de Cristo, única entrada posible. Y si estamos
acostumbrados a tener siempre encargados, oficialmente constituidos para un
trabajo importante determinado, entendemos muy bien que Cristo es la «puerta
oficial única» señalada por el Padre celestial. De tal manera, que sólo por
Cristo se podrá llegar al encuentro con el Padre y vivir la experiencia
de cercanía y de comunión con El.
Cruzar la
Puerta Santa, ha de significar para nosotros los cristianos, el renovar nuestra
decisión de vivir en Dios, de agrandar nuestra vida en las gracias redentoras de
Jesús, de fortalecer cada vez más los lazos del amor a Dios y al prójimo. Por
otra parte, la Puerta Santa nos ha de recordar la responsabilidad que hemos de
tener cada uno de nosotros para motivar a los demás a entrar más decididamente
a la casa del Padre, a su familia santa. Que Cristo nos introduzca más
profundamente en la Iglesia. Que entremos alegres y triunfantes a tan dignísimo
edificio espiritual para ofrecer sacrificios espirituales agradables al Padre.
HABLEMOS CON DIOS
Jesús, pastor y sustento de tus fieles, guía seguro y sendero de vida, tú
que conoces a todos por su nombre y nos llamas todos los días uno a uno y nos
invitas a entrar por ti, puerta de salvación, haznos capaces de reconocer tu
voz, de sentir el calor de tu presencia que nos envuelve, incluso cuando el
camino sea estrecho, impracticable, y la noche, profunda e interminable. Siguiéndote sin resistencias y sin miedos,
llegaremos a los prados que verdean, a las fuentes frescas de tu morada, donde
nos harás beber y reposar. Amén.
CANTO DEL
ALELUYA
ESCUCHEMOS LA
PALABRA
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN
JUAN
(10, 1-10)
En verdad, en
verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino
que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra
por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas
escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando
ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque
conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños». Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no
comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad,
en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido
delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo
soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y
encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he
venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. PALABRA DEL SEÑOR
REFLEXIONEMOS LA PALABRA
“Yo soy la puerta de las ovejas” (Jn 10, 7). Con estas palabras Jesús nos
indica uno de sus servicios de Buen Pastor. Se presenta como puerta para sus
ovejas. Esta comparación nos lleva a descubrir la grandeza de su persona y, a quienes
tenemos la responsabilidad de conducir a otras personas, nos ayuda
cuestionarnos si estamos viviendo bien nuestro
servicio. Con este ejemplo, que implica la donación total por el bien de los
suyos, Jesús se muestra como pastor.
¿Por qué dice que es puerta?
Es bien interesante la imagen. Un pastor frecuentemente tenía que pasar la
noche en el campo. Ahí improvisaba, con piedras, palos y ramas, un corral para
sus ovejas. Él se quedaba como puerta, sentado o recostado, con el bastón por
un lado. Así pasaba la noche. De esta manera, cuidando que no se salieran las
ovejas o que fuera a llegar el lobo a atacarlas, hacía la función de puerta.
Cuando se quitaba, todas podían salir o entrar al corral. De este modo, teniendo al pastor como puerta, cada
oveja “podrá entrar y salir y encontrará pastos”. O sea que tienen la
vida garantizada, por lo menos en lo que corresponde al pastor. En el caso de
Jesús, hay una ventaja, pues Él dice: “quien entre por mí se salvará”.
Como bautizados, como discípulos de Jesús, Él se convierte en nuestro camino,
en el acceso a la comunidad y al Padre. Por eso, para actuar, tenemos que
caminar por donde Él camina.
Jesús caminó por el anuncio de la Buena Nueva, el
servicio, la ayuda, el perdón, la misericordia, la entrega de la vida. De esta
manera cumplió el objetivo de su envío al mundo de parte del Padre: “Yo he
venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Ese camino, que
podemos identificar como vida digna, amor, justicia, paz, también nosotros lo
tenemos que recorrer junto con Jesús, y como Él, para salvarnos. Eso significa
entrar por Él, nuestra puerta. Según la comparación de Jesús, el pastor está
obligado a entrar por la puerta. Esto lo tenemos que tener en cuenta quienes
hemos sido llamados a conducir a otras personas: en la familia, la escuela, la
comunidad, la sociedad. De este modo, siendo pastores, también hay que entrar
por la puerta –Jesús– para que las ovejas no huyan. Huyen del ladrón porque a
él no lo conocen. Es más, Jesús aclara que el ladrón “sólo viene a robar, a
matar y a destruir”
Nos dice el evangelio de san Juan. “Yo soy la puerta”
(Jn 10,17). Las puertas de nuestros templos, son siempre símbolos de Cristo,
Cristo es la puerta para ir al
Padre; es la puerta para alcanzar la
salvación, es la puerta de la vida. Por
Cristo, por los sacramentos, entramos a
formar parte de la Iglesia. Cada vez que entramos en un templo, su puerta en ocasiones adornada, nos recuerda
a Cristo. Él es, como dice San Juan Pablo II, la puerta viva. Las puertas en los templos sirven de entrada
y también de separación de dos
realidades: la interna o espiritual y la
externa o profana, o mundo. En el
Jubileo de la Misericordia, nuestro obispo, concede el don de la puerta santa a: Iglesia
Catedral “El Niño Dios” Cuilapa,
Parroquia “Cristo Rey” Nueva Santa Rosa y la Parroquia San Miguel
Arcángel, Taxisco. Estos serán los
templos que en nuestra diócesis deben
ser considerados como lugares santos, durante ese año de la misericordia. La puerta de estos lugares, no es
que sea mágica y que al pasar por ella se te perdonen automáticamente los
pecados. Pasar
por la puerta santa significa confesar públicamente que reconoces a Cristo como
Salvador; que estás dispuesto a dejar atrás el pecado y entrar a una nueva vida
de gracia (sin pecado).
CELEBREMOS NUESTRA FE
“Delante de nosotros se encuentra la gran puerta de
la Misericordia de Dios, que acoge nuestro arrepentimiento ofreciendo la gracia
de su perdón. La puerta es generosamente abierta, pero nosotros debemos valerosamente
cruzar el umbral. Del Sínodo de los Obispos, que hemos celebrado el
pasado mes de octubre, todas las familias, y la Iglesia entera,
han recibido un gran aliento para encontrarse bajo el umbral de esta puerta. La
Iglesia ha sido animada a abrir sus puertas, para salir con el Señor al
encuentro de sus hijos y de sus hijas en camino, a veces inciertos, a veces
perdidos, en estos tiempos difíciles. Las familias cristianas, en particular, han
sido animadas a abrir la puerta al Señor que espera para entrar, trayendo su
bendición y su amistad.
El Señor no fuerza jamás la puerta: Él también pide
permiso para entrar, como dice el Libro del Apocalipsis: «Yo estoy junto a la
puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos
juntos” (3,20). Y en la última gran visión de este Libro, así se profetiza de
la Ciudad de Dios: «Sus puertas no se cerrarán durante el día», lo que
significa para siempre, porque «no existirá la noche en ella» (21,25). Existen
lugares en el mundo en los cuales no se cierran las puertas con llave. Pero
existen tantos otros donde las puertas blindadas se han convertido en normales.
Esto no nos sorprende; pero, pensándolo bien, ¡es un signo negativo! No debemos
rendirnos a la idea de tener que aplicar este sistema en toda nuestra vida, en la vida de la familia, de la
ciudad, de la sociedad. Y mucho menos en la vida de la Iglesia. ¡Sería
terrible! Una Iglesia inhóspita, así como una familia cerrada en sí misma,
mortifica el Evangelio y marchita el mundo.
La gestión simbólica de las “puertas” – de los
umbrales, de los caminos, de las fronteras – se ha hecho crucial. La puerta
debe proteger, cierto, pero rechazar. La puerta no debe ser forzada, al contrario,
se pide permiso, porque la hospitalidad resplandece en la libertad de la
acogida, y se oscurece en la prepotencia de la invasión. La puerta se abre
frecuentemente, para ver si afuera esta alguno que espera, y tal vez no tiene
la valentía, o ni siquiera la fuerza de tocar. La puerta dice muchas cosas de
la casa, y también de la Iglesia. La gestión de la puerta necesita un atento
discernimiento y, al mismo tiempo, debe inspirar gran confianza. Quisiera
expresar una palabra de agradecimiento para todos los vigilantes de las
puertas: de nuestros condominios, de las instituciones cívicas, de las mismas
iglesias. Muchas veces la sagacidad y la gentileza de la recepción son capaces
de ofrecer una imagen de humanidad y de acogida de la entera casa, ya desde el
ingreso. ¡Hay que aprender de estos hombres y mujeres, que son los guardines de
los lugares de encuentro y de acogida de ciudad del hombre! En verdad, sabemos bien que nosotros mismos somos
los custodios y los siervos de la Puerta de Dios, que es Jesús. Él nos ilumina
en todas las puertas de la vida, incluso aquella de nuestro nacimiento y de
nuestra muerte. Él mismo ha afirmado: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se
salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento» (Jn 10,9). Jesús es la
puerta que nos hace entrar y salir. ¡Porque el rebaño de Dios es un amparo, no
una prisión! Son los ladrones, aquellos que tratan de evitar la puerta, porque
tienen malas intenciones, y se meten en el rebaño para engañar a las ovejas y
aprovecharse de ellas. Nosotros debemos pasar por la puerta y escuchar la voz
de Jesús: si sentimos su tono de voz, estamos seguros, somos salvados. Podemos
entrar sin temor y salir sin peligro. En este hermoso discurso de Jesús, se
habla también del guardián, que tiene la tarea de abrir al buen Pastor (Cfr. Jn
10,2). Si el guardián escucha la voz del Pastor, entonces abre, y hace entrar a
todas las ovejas que el Pastor trae, todas, incluso aquellas perdidas en el
bosque, que el buen Pastor ha ido a buscarlas. Las ovejas no las elige el
guardián, sino el buen Pastor. El guardián – también él – obedece a la voz del
Pastor. Entonces, podemos bien decir que nosotros debemos ser como este
guardián. La Iglesia es la portera de la casa del Señor, no la dueña. La Sagrada Familia de
Nazaret sabe bien qué cosa significa una puerta abierta o cerrada, para quien
espera un hijo, para quien no tiene amparo, para quien huye del peligro. Las
familias cristianas hagan del umbral de sus casas un pequeño gran signo de la
Puerta de la misericordia y de la acogida de Dios. Es así que la Iglesia deberá
ser reconocida, en cada rincón de la tierra: como la custodia de un Dios que
toca, como la acogida de un Dios que no te cierra la puerta, con la excusa que
no eres de casa”[1]
COMPARTIMOS
¿Qué piensas de las siguientes palabras
del Papa? “En la
fiesta de la Inmaculada Concepción tendré la alegría de abrir la Puerta Santa.
En esta ocasión será una Puerta de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que
entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece
esperanza. El domingo siguiente, III de Adviento, se abrirá la Puerta Santa en
la Catedral de Roma, la Basílica de San Juan de Letrán. Sucesivamente se abrirá
la Puerta Santa en las otras Basílicas Papales. Para el mismo domingo
establezco que en cada Iglesia particular, en la Catedral que es la Iglesia
Madre para todos los fieles, o en la Concatedral o en una iglesia de
significado especial se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la
Misericordia. A juicio del Ordinario, ella podrá ser abierta también en los
Santuarios, meta de tantos peregrinos que en estos lugares santos con
frecuencia son tocados en el corazón por la gracia y encuentran el camino de la
conversión. Cada Iglesia particular, entonces, estará directamente comprometida
a vivir este Año Santo como un momento extraordinario de gracia y de renovación
espiritual. El Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma así como en las
Iglesias particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia” ¿En
qué templos de la diócesis se podrá ingresar por la puerta Santa?
CANTO: (CANTO SUGERIDO: TU ERES PEDRO)
PADRE NUESTRO… AVE MARIA… GLORIA…
ORACION DEL JUBILEO DE LA MISERICORDIA
ABRAZO DE PAZ
SEÑAL DE LA CRUZ
CANTO MARIANO
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