lunes, 7 de marzo de 2011

EUCARISTIA DIOCESANA ,EN SAN RAFAEL LAS FLORES



Homilía con motivo de la Eucaristía diocesana en San Rafael Las Flores
IX Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A, 6 de marzo de 2011
 
Queridos hermanos y hermanas: Que el Dios de la vida y del amor les colme de paz y bien.
Les agradezco por haber aceptado la invitación de la Comisión Diocesana de defensa de la Naturaleza (CODIDENA) para participar en esta Eucaristía y en la caminata en silencio con la flor que se va a depositar, en forma pacífica y en señal de duelo, para expresar nuestro amor y defensa a la naturaleza creada por Dios y, como expresión de solidaridad con el pueblo de San Rafael Las Flores, ante las consecuencias negativas que generaría una posible explotación minera en esta zona, lo cual afectaría a todo el departamento y a las presentes y futuras generaciones. Somos parte de un mismo pueblo de Dios que peregrina en la diócesis de santa Rosa de Lima y, queremos hacer nuestras las penas y alegrías de los hermanos de San Rafael Las Flores, como dice san Pablo: “Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él.” (1 Cor 12, 26).
De esta manera, intentamos hacer vida la enseñanza de Jesús hoy que nos hace una seria llamada a la coherencia entre lo que decimos y hacemos, lo que prometemos y cumplimos, porque una fe que no se compromete en la vida práctica carece de sentido, y una fe sin reflexión puede degenerar en rutina y fanatismo. También intentamos poner en práctica el objetivo social de las Santas Misiones Populares en toda la Diócesis, el cual recuerdo en esta ocasión: “Promover y defender la vida abriendo caminos de esperanza para los que sufren de distinta forma, impulsando el cuidado de la creación como casa de todos y favoreciendo el evangelio de la justicia y la paz, la solidaridad y el destino universal de los bienes”. Y en la oración por las SMP decimos: “Queremos valorar y defender la vida, amar y proteger esta tierra que nos has dado; promoviendo la justicia, la paz y la solidaridad.”
San Mateo concluye el discurso de Jesús sobre el Sermón del Monte con dos breves parábolas fáciles de recordar, y podemos resumir su mensaje así: si queremos ser verdaderos discípulos misioneros de Jesús hoy y aquí hemos de «escuchar sus palabras» y «ponerlas en práctica»
El hombre sensato o prudente construye su casa sobre roca firme. Por eso, cuando llegan las lluvias torrenciales y soplan los fuertes vientos, la casa no se hunde porque «está cimentada sobre roca». Así es todo aquel que se esfuerza por escuchar el Evangelio y ponerlo en práctica. Es decir, orienta su vida y su actuación según la palabra que ha escuchado. Ese creyente es firme y no será arrastrado por los ataques de los demás ni por las dudas que brotan de su interior. El hombre sensato, hoy y aquí, es aquel buen guatemalteco que escucha el clamor del pueblo que sufre, que siente en carne propia el sufrimiento de los demás, que se sirve de la madre tierra con respeto, la contempla, la cuida y la usa como si fuera su propia casa.

El hombre necio, por el contrario, construye su casa sobre arena. Y al llegar las lluvias y el vendaval, la casa «se hunde totalmente». Este creyente no se deja orientar por la palabra de Jesús en su vida práctica. Por eso es débil y sucumbe ante las burlas de los demás y ante sus propias tentaciones. Así se desmorona el cristianismo cuando no está fundamentado en la roca del Evangelio escuchado y practicado en las comunidades.
El hombre necio, hoy y aquí, es aquel mal guatemalteco que no escucha el clamor del pueblo, que es insensible a la conflictividad social que provoca una minería, y se deja llevar por la ambición de la plata y el oro, con lo cual está destruyendo la naturaleza que es su propia casa y la de sus hermanos.

Jesús nos deja una enseñanza muy clara y actual: nos dice que no basta con orar, hay que actuar en la práctica. No más divorcio entre fe y vida. Como dice un refrán: “Obras son amores y no buenas razones” o el otro: “A Dios orando y con el mazo dando”. Tres grupos de discípulos que creen actuar “en el nombre del Señor”: profetizando o predicando, expulsando demonios y haciendo milagros, Jesús les dice con palabras duras: “Nunca los he conocido. Aléjense de mí, malvados” (Mt 7,23). Esto quiere decir que el mero cumplimiento formal de actos religiosos no garantiza entrar en el Reino. Es preciso vivir y obrar según la voluntad de Dios. Como dirá San Pablo: sin el amor, las mejores obras son tan vanas como el eco de una campana (1 Cor 13, 1-7).
“Cumplir la voluntad del Padre” y realizarla con fidelidad es la condición para poder entender y vivir el proyecto de Jesús, para “entrar en el Reino”. Cualquier persona participa del Reino de Dios siempre que favorece la vida y su entorno, como lo es la naturaleza. Porque lo decisivo no es proclamar con los labios el “credo” si, al mismo tiempo, servimos a otros señores; lo decisivo es que el Señor lo sea de verdad de nuestro corazón y de nuestras vidas, para ello hemos de preguntarle: “Señor, ¿qué quieres que haga?, como Pablo; y no ¿qué mandas? Porque no nos quiere como esclavos sino como amigos.

En este año electoral, los católicos deben ejercer un voto responsable: conociendo los programas de bienestar social y desarrollo humano integral que proponen los candidatos que aspiran a ocupar cargos como servidores públicos; se debe discernir bien quiénes reúnen las cualidades por su vida honesta, transparente y que cumplan lo que prometen para mejorar las condiciones de los más pobres, y si están dispuestos a proteger y defender el ambiente natural que Dios nos ha dado.
Estamos muy cercanos a iniciar la Cuaresma, tiempo fuerte de conversión y preparación para la Pascua. Pidamos al Señor, por intercesión de San Rafael Arcángel, que así como él curó la ceguera del padre de Tobías y lo protegió en su largo camino para que no le pasara nada malo (Tob 6-12,3), que hoy conceda la conversión ecológica a quienes solamente ven nuestra tierra con ojos de codicia y explotación de los recursos naturales; que les cambie su mirada para poder contemplar con nosotros las maravillas de la Creación; que no sea la ambición por la plata o el oro lo que ciegue sus mentes y corazones, sino que pongan al centro a los hombres y mujeres de este pueblo que puede sufrir la conflictividad social, la contaminación de las aguas y la destrucción de la “hermana madre tierra”, como diría san Francisco de Asís, patrono de la ecología.

Que Santa Rosa de Lima, nos enseñe a cumplir en todo la voluntad del Señor y, con María, digamos: “Hágase en mí según tu Palabra”. Amén.

Mons. Bernabé Sagastume Lemus

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