domingo, 24 de abril de 2011

HOMILÍA DE MONSEÑOR BERNABÉ SAGASTUME, PARA LA MISA CRISMAL, 21 ABRIL DE 2011



"Hermanos y Hermanas en el sacerdocio común y ministerial: Reciban un fraternal saludo en el Señor, tanto los que están presentes en la Catedral del Niño Dios de Cuilapa, venidos de las distintas parroquias de la diócesis de Santa Rosa de Lima; como quienes nos escuchan por vez primera a través de Radio Estéreo Solar, y quienes nos ven por el canal “Dios T V” y el canal 98.

Saludo muy afectuosamente a los seminaristas y a todos los sacerdotes de la diócesis, y los felicito en este día en que celebramos el don del sacerdocio, de la Eucaristía y del mandamiento del amor. Esta mañana también le hemos cantado las mañanitas a P. Raúl Monterroso, anticipándonos dos días a la fecha de su cumpleaños, debido a que el sábado 23 de abril ya no se lo podemos celebrar y qué mejor este día tan especial del sacerdocio en presencia de todos los sacerdotes de la diócesis. Muchas felicidades P. Raúl, y que Dios le conceda muchas bendiciones en su ministerio sacerdotal, vivido según el corazón de Cristo, Buen Pastor.

También saludo cordialmente a los religiosos y religiosas de la diócesis y, de manera especial, a las religiosas de dos nuevas congregaciones que han llegado a la diócesis: las Hermanas Misioneras Cruzadas de la Iglesia que atienden el Centro de Espiritualidad San Javier del Mar en el Cebollito, Chiquimulilla; y las Hermanas Hospitalarias de Jesús Nazareno, Franciscanas, que van a hacerse cargo del Colegio Sagrado Corazón de Jesús, de Guazacapán.

El Señor nos concede la gracia de participar en la Santa Misa Crismal, en la que cada año se congregan en torno al Pastor de la Diócesis, los sacerdotes que forman el presbiterio para renovar las promesas sacerdotales que hicimos al Señor el día de nuestra Ordenación sacerdotal. En la Misa Crismal, los sacerdotes unidos al Obispo en la persona de Cristo como cabeza, junto con el pueblo fiel, hacemos visible la comunión que Jesús quiere para su Iglesia: “Que todos sean uno” (Jn. 17,21); y, como ustedes bien saben, es el lema que inspira el ministerio episcopal que se me ha confiado.

Como al apóstol Pedro en el Lago de Genesaret, el Señor nos pregunta a cada uno de nosotros esta mañana: “¿Pedro, me amas?”. Y desde una profunda conciencia de gratitud y debilidad, le respondemos: “Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero”. De esta manera, renovamos el primer amor del día de nuestra Ordenación sacerdotal; volvemos a unirnos más fuertemente a Cristo, renunciando a nosotros mismos; cumpliendo los sagrados deberes de nuestro ministerio; siendo fieles dispensadores de los misterios de Dios; predicando el Evangelio como seguidores de Cristo, Cabeza y Pastor; y no poniendo nuestro corazón en los bienes de este mundo.

Hemos escuchado en la lectura del Evangelio de San Lucas el pasaje en el que Jesús visita la sinagoga de Nazaret y desenrollando el Libro, lee las palabras de Isaías que se nos han proclamado en la primera lectura. Jesús nos presenta el proyecto que le ha confiado el Padre; un proyecto en el cual empeña toda su vida: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor” (Is 61, 1).

En el Sacramento del Orden, también nosotros, queridos sacerdotes, hemos sido ungidos con la fuerza del Espíritu Santo. En el momento concreto de nuestra Ordenación, algo cambió en lo más profundo de nuestro ser: fuimos configurados con Cristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia.

En este día recordamos el momento en que el obispo nos impuso las manos y nos hizo partícipes de este ministerio, diciéndonos: “Dios que comenzó en ti la obra buena, él mismo la lleva a término”. El Señor nos pedía nuestras manos que fueron ungidas con la fuerza del Espíritu Santo porque quería que ya no fueran instrumentos para posesionarnos de las cosas, de las personas, del mundo, sino para transmitir su impronta divina, dispensar su amor y servir en la misión encomendada a ejemplo de quien vino a servir y no a ser servido. Hoy nuevamente se nos pide que pongamos nuestras manos, corazón y todo nuestro ser a su disposición.

El hecho de que la renovación de las promesas sacerdotales se lleve a cabo en una celebración marcada por la bendición del óleo de los enfermos y de los catecúmenos, y la consagración del Santo Crisma, nos recuerda a los obispos y presbíteros, que somos ministros de los Sacramentos –no sus dueños-, y dispensadores de los misterios de Dios en su santa Iglesia.

Agradezco a todos los sacerdotes de la diócesis, tanto del clero religioso como diocesano, a las religiosas y laicos comprometidos por su valiosa colaboración en la extensión del Reino de Dios en la diócesis de Santa Rosa de Lima, y, especialmente por apoyar el proceso evangelizador de las Santas Misiones Populares, para poner a nuestras parroquias y diócesis en estado permanente de misión. Varias parroquias ya han vivido el II Retiro de discípulos misioneros, en el cual se nos ha infundido de que sin convicción no hay misión y, donde hay convicción, hay fidelidad y libertad. Para que estos retiros no sean una “llamarada de tusas” de un entusiasmo misionero pasajero, ni sean momentos emocionantes pero sin compromiso cristiano, le siguen dos bloques de actividades muy importantes relacionados con la defensa de la vida tan maltratada en nuestro país y una mayor toma de conciencia de nuestra realidad que debe ser transformada por el Evangelio. De igual manera, hemos venido animando la existencia de comunidades misioneras en todas las parroquias, para que cada parroquia sea verdaderamente una comunidad de comunidades vivas, acogedoras y solidarias. También hemos animado a que se realicen los retiros con los niños y adolescentes misioneros en todas las parroquias.

Estoy convencido de que, si impulsamos las SMP como eje transversal de toda la pastoral parroquial, será verdaderamente un nuevo pentecostés para nuestra diócesis y surgirá una nueva generación de discípulos misioneros que la Iglesia hoy tanto necesita. Un fruto pastoral, entre tantos testimonios esperanzadores, es el compromiso de la Comisión Diocesana en Defensa de la Naturaleza, CODIDENA, y en contra de las actividades mineras y otras que atentan contra el entorno natural que Dios nos ha regalado para bien de todos y no de unos cuantos que pretenden explotar los recursos naturales.

Para no perder el auténtico talante profético y la docilidad al Espíritu del Señor y a su santa operación –como diría S. Francisco de Asís-, que anime todo nuestro quehacer pastoral, necesitamos una profunda espiritualidad misionera que nos lleve a ser hombres y mujeres de Dios en el corazón del mundo, y hombres y mujeres del mundo en el corazón de Dios.

Por consiguiente, les invito a perseverar en la familiaridad con la Palabra de Dios, tal como nos exhorta el Papa Benedicto en la Verbum Domini, a través de la vivencia de la Lectio Divina que estamos promoviendo semanalmente en las comunidades misioneras; la participación activa, consciente y fructuosa en la vida litúrgica y devocional de la Iglesia; y la promoción humana y social de nuestros hermanos, a través de distintas obras de caridad que se llevan a cabo en las parroquias así como a través de la pastoral social – cáritas diocesana, donde se tiene previsto apoyar a los agricultores pobres y sembrar unos 10, 000 arbolitos frutales y otros.

Qué noticia más feliz para la Iglesia y para todos aquellos que consagramos nuestra vida al servicio del Señor y de los hermanos, saber que el 1 de mayo será beatificado el Siervo de Dios Juan Pablo II, el Papa peregrino de la paz que vino a nuestro país en tres ocasiones, y muchos tuvimos la oportunidad de conocerlo de cerca. El nos recuerda que la santidad no es un privilegio de unos cuantos cristianos sino de todos los bautizados; que no se nace santo sino que nos santificamos en la vida cotidiana, y que todos estamos llamados a alcanzar la perfección de la caridad; o “la última cima” como refiere el documental de un sacerdote español, Pablo Domínguez que murió muy joven, a los 42 años, pero dejó un buen testimonio con su vida ejemplar. No hay duda, pues, que la presencia de un sacerdote enamorado de su vocación es el mayor regalo que pueda recibir una comunidad parroquial.

El siervo de Dios, Juan Pablo II, puso en práctica lo que escribió en su carta encíclica sobre la Misión del Redentor, al afirmar que “El verdadero misionero es el santo”: La llamada a la misión deriva de por sí de la llamada a la santidad. Cada misionero, lo es auténticamente si se esfuerza en el camino de la santidad: «La santidad es un presupuesto fundamental y una condición insustituible para realizar la misión salvífica de la Iglesia».

La vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión. Todo fiel está llamado a la santidad y a la misión… La espiritualidad misionera de la Iglesia es un camino hacia la santidad… es necesario suscitar un nuevo «anhelo de santidad» entre los misioneros y en toda la comunidad cristiana, particularmente entre aquellos que son los colaboradores más íntimos de los misioneros. (RM 90-91).

De igual manera, en octubre del año en curso, los padres Siervos de la Caridad que atienden la parroquia de Chapas y un centro de rehabilitación para personas con discapacidad, tendrán la alegría de que su Fundador, el Beato Luis Guanella será canonizado, es decir, declarado santo para toda la Iglesia por su ardiente devoción a la Eucaristía, su total confianza en la Providencia y su heroica caridad para con los pobres, especialmente los más abandonados. Compartimos esta inmensa alegría con los padres guanelianos presentes en nuestra diócesis.

Los obispos de Guatemala, en la reunión ordinaria de abril, hemos compartido un comunicado que lleva como título inspirador “Examínenlo todo y quédense con lo bueno” (1 Tes 5, 21), mediante el cual nos pronunciamos sobre algunos problemas nacionales : la campaña electoral anticipada, la defensa del sacramento del matrimonio que no puede ser negociable por nada, una verdadera formación sexual que respete los principios éticos y la condena por los desalojos violentos de campesinos de la zona del Polochic.

Quiero retomar, especialmente, el de la campaña electoral anticipada, porque los partidos políticos no han respetado la normativa del Tribunal Supremo Electoral; pero también hemos invitado a los guatemaltecos a empadronarse para ejercer un voto consciente, libre y responsable, una vez que se han conocido bien a los diferentes candidatos, su integridad moral, su sinceridad para ser un buen servidor público, su programa de gobierno y qué propuestas creíbles ofrece para sacar adelante este país de los graves problemas que nos aquejan con el empobrecimiento generalizado, la violencia implacable, la inseguridad, la desnutrición infantil por la crisis alimentaria. Un gran contraste que clama al cielo es el despilfarro de millones de quetzales en la campaña anticipada y la grave desnutrición y falta de alimentos en el país.

Debido a la campaña electoral y a las próximas elecciones, se han suspendido los terceros retiros diocesanos regionales y los parroquiales, previstos para este año, y se han pospuesto para finales de febrero; pero se debe continuar con los retiros para niños y adolescentes y con los bloques de actividades que están pendientes.

Aprovecho la ocasión, para recordar algunos puntos que compartí en enero, en Chiquimulilla, con ocasión del encuentro diocesano de ministros extraordinarios de la Comunión. Allí decía que los laicos pueden y deben participar en política partidista, y apoyar aquellos partidos o candidatos que sean irreprochables. Es importante que en las comunidades se escuche las diferentes propuestas de los candidatos y se evite fanatismos que llevan a la violencia y a la división.

Si un Catequista, Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión, Coordinador o Servidor de una comunidad cristiana decide participar en política partidista, debe informarlo al párroco y renunciar al ministerio que ejerce en la Iglesia, mientras dura la campaña electoral o termina su período como servidor público.

Los sacerdotes no pueden participar en política partidista ni identificarse ni apoyar a ningún candidato, pero sí deben orientar a los feligreses a que ejerzan su derecho a ser electos o a votar de forma responsable y consciente.

Queridos hermanos y hermanas: Todos nosotros, como fieles del pueblo santo de Dios que somos, hemos recibido con el Bautismo y la Confirmación, la configuración con Cristo; hemos sido incorporados al Pueblo de Dios, todo él sacerdotal, profético y real, para ofrecernos como oblación pura y agradable a Dios y para proclamar con nuestra vida el Evangelio de la salvación.

Al consagrar hoy el Santo Crisma y bendecir los Óleos, estamos celebrando la unción del Espíritu sobre cada uno de nosotros y sobre todo el pueblo de Dios. La unción con el crisma y los óleos que se hizo en nuestro cuerpo fue signo e instrumento de la Unción del Espíritu en nuestras personas. Y también será utilizado para los que recibirán los sacramentos durante este año.

Que Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, sea la pasión de nuestra existencia centrada siempre en él, para colaborar como humildes servidores en su viña. Pidamos a María, Madre de Cristo Sumo Sacerdote, la Virgen Fiel que cooperó íntimamente en la obra de la redención, que nos ayude a ser fieles y a vivir conforme a la vocación a la que hemos sido llamados.

Mons. Bernabé Sagastume Lemus

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